No exageramos al afirmar que Born this way es uno de los discos más esperados de los últimos tiempos. Con The Fame y su apéndice, The Fame Monster, Lady Gaga pasó de ser una cantante underground a un ídolo mundial, y este segundo álbum es crucial, ya que de su éxito dependerá el futuro de la artista.
Si es bien recibido, supondrá su consagración definitiva. Si no, su descenso a la categoría de fenómeno pasajero.
Suele decirse que el segundo disco es el más difícil en la carrera de cualquier músico, y uno de los principales motivos son las expectativas creadas por su debut. En el caso de Lady Gaga, cuya irrupción en la escena redefinió las reglas del juego y llevó un paso más allá el panorama pop, el público espera poco menos que un milagro.
Por ello, ante las opciones de repetir la fórmula ganadora, con el riesgo de estancarse y aburrir a la audiencia, o dar un giro radical a su estilo, con el peligro de alienar a sus seguidores, la cantante ha optado por buscar un equilibrio entre familiaridad e innovación, manteniendo algunas de las señas de identidad que la han llevado a la fama y atreviéndose a su vez a explorar nuevos terrenos.
Lo primero que llama la atención al escuchar este Born this way es la interpretación vocal de Lady Gaga. Liberada de las sonoridades metálicas y la monotonía robótica que tan buen resultado le dieron en temas como Poker Face o Telephone, su voz resplandece, desplegando una gama de registros y matices solo al alcance de las mejores cantantes.
Así, podemos escuchar su lado más lírico en los primeros compases de Government hooker, verla transformarse en toda una Edith Piaf en Americano, realizar acrobacias vocales como en el estribillo de Judas, transmutarse en cantante de rock en Yoü and I o atreverse a cantar a capella durante el final casi soul de Born this way.
También en las diversas temáticas que aborda el disco se puede apreciar una cierta evolución con respecto a sus anteriores canciones.
Si la Lady Gaga de The Fame era una mera aspirante fantaseando con el glamour y la fama y en The Fame Monster se reflejaba el vértigo de su meteórico ascenso a la gloria, Born This Way revela a una artista enamorada de su propia grandeza y consciente de su influencia sobre el mundo y su responsabilidad para con el público.
Así, gran parte de las letras toman la forma de arengas maternales a sus “pequeños monstruos”, verdaderos cantos a la individualidad, la independencia y la libertad sexual. Sin embargo, también hay espacio para el romanticismo en Yoü and I, el recuerdo a los seres queridos en The edge of glory, el polémico mesianismo de Judas o la simple celebración hedonista de Hair o Bad Kids. En cuanto al so
Se trata, en esencia, de una fusión entre el futurismo electrónico, la épica del heavy metal, la inmediatez del pop y la contundencia del rock’n’roll, arropando melodías con madera de himno con beats vanguardistas, guitarras eléctricas y una producción que tira de espaldas.
A la apisonadora sónica de Gaga no se le resiste ningún estilo musical; así, podemos escuchar ecos mariachi y de chanson francesa en Americano, pop-rock springsteeniano en Yoü and I, donde colaboran el productor de AC/DC y Def Leppard Mutt Lange y el guitarrista de Queen Brian May, sonidos ochenteros en The Edge of Glory y Marry the night, techno berlinés en Scheiße, donde se atreve incluso con la lengua germana, dance-pop al estilo Madonna en Born this way e incluso reminiscencias de su propio pasado en Judas, una especie de hermana bastarda de Bad Romance.
En definitiva, podríamos afirmar que Born this way, el disco, supone más una depuración que una reinvención del sonido Gaga, manteniendo las características que enamoraron al mundo entero pero volviéndolo más ambicioso, más variado, más espectacular aún.
Los40.com
nido del álbum, la definición que dio la propia artista antes de que este saliera a la luz ha resultado ser de lo más ajustada.
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