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miércoles, 27 de abril de 2011

LA HISTORIA DE GUILLERMO Y KATE NACIó EN LAS AULAS DE LA UNIVERSIDAD DONDE AMBOS ESTUDIABAN

El príncipe Guillermo se sentó en primera fila para ver, de primera mano, el desfile benéfico que había organizado su universidad. Y entonces la vio. Kate era una de las modelos voluntarias y desfilaba con un vestido transparente. No hizo falta nada más, él se quedó prendado de ella.

Así nació una historia de amor que tiene el 16 de noviembre de 2010 como fecha clave. Fue el día en el que hicieron saber al mundo que, tras ocho años de noviazgo, su amor había triunfado y querían dar el paso de convertirse marido y mujer.

Pero no sólo ese día estará grabado en sus memorias. También lo estarán todos los momentos, buenos y malos, que han forjado una historia de amor entre un príncipe y una plebeya que comenzó en el año 2001 en la Universidad de St. Andrews.

Sus primeros años universitarios dejaron cientos de rumores de quiénes eran, y quiénes no, novias del futuro heredero británico. Varios medios recogían casi de forma constante las fiestas a las que el primogénito de la princesa Diana acudía y en compañía de quién lo hacía. Y esto fue hasta tal punto que la Casa Real británica se vio obligada a llegar a un acuerdo por el que no se podrían tomar instantáneas del príncipe durante sus años universitarios.

Pero aún así trascendió el momento del flechazo, en su segundo curso de carrera y cómo ese mismo año la pareja se desplaza a un piso universitario.

El número 13 C de la calle Esperanza vio cómo Kate y Guillermo pasaban a convivir y compartir su día a día en compañía de otros dos amigos, Olivia Bleasdale y Fergus Boyd. Más tarde se ha sabido que en ese momento no eran novios pero, inevitablemente, esa etapa les unió.

Kate y William han convivido durante 10 años: primero, como estudiantes en una misma casa en la Universidad de St. Andrews y ahora en una remota cabaña en Anglesey, en Gales, donde él se entrena como piloto de helicópteros de rescate en una base militar. Allí seguirán viviendo, al menos por dos años.

“Kate Middleton tiene todos estos años de experiencia. Ella y William son adultos, han hecho su opción con una buena base de información. Las lecciones han sido aprendidas. Nadie quiere repetir el fiasco de Diana. Nadie alrededor de ellos cree – excepto la inmensa presión del sistema – que van a forzar a Kate a ser infeliz en una posición. Ella tiene 29 años, sabe lo que está haciendo, tiene opciones y su familia está unida”, explica la historiadora Sarah Gristwood.

La historiadora Sarah Gristwood la califica como una boda “light”. Gran Bretaña está sumergida en una crisis enorme, que mantiene a 1 de cada 5 jóvenes desempleados y sin un futuro laboral cercano. No habrá lujosa comida sino un “buffet”.

No habrá regalos sino donaciones a organizaciones de caridad.

Cuando el príncipe William y Kate Middleton se casen el próximo 29 de abril en la abadía de Westminster, algo más que un cuento de hadas de la corona británica se habrá puesto en marcha para distraer al reino, en su peor crisis económica después de la Segunda Guerra Mundial. La boda real del heredero al trono después de su padre, el príncipe Carlos, es el sueño de la revolución thatcherista: los “nuevos ricos” de clase media, que la Dama de Hierro ayudó a consolidar, solidifican su status en matrimonio con la respetable y aristocrática en una sociedad de clases y con escasa movilidad social.

La futura reina británica es la hija de Carole, una azafata, y Michael Middleton, un comisario de a bordo de British Airways, que hicieron su millonaria fortuna en una compañía de Internet de entretenimientos de fiestas y cumpleaños. Luego, enviaron a sus tres hijos a los mejores colegios británicos, codo a codo con la realeza y sus amigos. Un éxito de perseverancia, alpinismo social y cuidadoso “networking”, que llevará a su hija mayor al trono en Buckingham Palace.

La reina Isabel ha dado precisas instrucciones para que la boda sea exactamente lo contrario del casamiento de Lady Di y Carlos en 1981, los padres de William, que terminó en un sonoro fracaso que casi arrasa la monarquía. No quieren cometer los mismos errores, más allá de que se cumplan protocolarmente todos los ritos. ¿Su intención? Un matrimonio moderno pero, esencialmente, un comportamiento “royal”. Sin públicas infidelidades y sin filtraciones a la prensa, ni mutuos ajustes de cuentas emocionales, como hicieron los príncipes de Gales en trámites de divorcio.

El evento más esperado

Riguroso entrenamiento de Kate en protocolo y dicción


El arte de hablar con estilo, y esencialmente confidencialidad, misterio y distancia, es parte del entrenamiento riguroso que recibe la futura esposa del príncipe Guillermo.

Después de que se anunciara el compromiso real el pasado 16 de noviembre, los súbditos escucharon por primera vez la voz y el acento de la futura reina, educada en un muy exclusivo colegio británico, a 47.000 dólares por año.

En febrero, la reina aceptó el contrato de casamiento, que no es público, a diferencia del de la reina Victoria y Daniel de Suecia. Kate habría aceptado una cláusula de confidencialidad, que le impide airear públicamente sus quejas en caso de separación o divorcio. Otra vez, la contracara de Diana, exigida por la Corona para sentirse seguros.

Luego, control riguroso de las informaciones a publicar, dosificadas como en una telenovela, con capítulos diarios, para que el interés de los súbditos por el casamiento no se diluya y los turistas aterricen en Gran Bretaña para el acontecimiento. La reina Isabel le pidió a Sir David Manning en 2009 que entrenara a Guillermo en el arte de las labores de Estado. Ahora Manning está a cargo de entrenar a Kate con un ojo puesto en convertir a una chica de clase media en una Princesa y en la futura Reina Catherine.

La princesa Diana no tuvo ese tipo de asesoría profesional. No tuvo un entrenamiento para la vida real. Al entrenar a Kate, la familia real espera evitar que se repita la trágica historia de Diana.

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