María del Rosario Cayetana Alfonsa Victoria Eugenia Francisca Fitz-James Stuart y de Silva, un largo nombre para una intensa vida marcada por el amor, por su pasión, Sevilla, y por la prensa más rosa. Sus ganas de vivir la han llevado en más de una ocasión a dejar de lado sus títulos nobiliarios —posee más que ningún otro noble en el mundo, 46 según el Libro Guinness de los Récords, y es 20 veces Grande de España— y ponerse al mundo por delante, trajera las consecuencias que trajera.
Probablemente, la tristeza con la que llenó su infancia y que confesó en innumerables ocasiones, la sumergió en la búsqueda de la felicidad durante su adolescencia y sobre todo durante su madurez. Hija de Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, XVII Duque de Alba, y María del Rosario de Silva y Gurtubay, XV Duquesa de Aliaga y Marquesa de San Vicente del Barco, Cayetana vino al mundo, en el Palacio de Liria, en Madrid, el 28 de marzo de 1926, y tuvo que enfrentarse a la pérdida de su madre cuando sólo contaba con ocho años de edad. Fue la primera gran ausencia de su vida.
La historia de Cayetana de Alba ha estado marcada desde entonces por las pérdidas. Tanto es así, que dos años después de que su madre muriera, la Guerra Civil la obliga a huir de su querida España y marcharse a Inglaterra. La Duquesa se dejaba otro trocito de alma. Fue allí donde su padre le inculcó el amor por la cultura, el arte y el conocimiento, y también donde descubrió el que a partir de entonces sería como su segunda casa, el mundo de la sociedad. Así es, desde su primera puesta de largo con 16 años y en Londres, la Duquesa empezó a copar portadas y portadas del “cuore” —todavía la televisión se hacía poco eco de estas noticias—. Sería la prensa la que en el año 1947 calificara la boda de la por entonces “Duquesita” con Pedro Luis Martínez de Irujo y Artacoz como la “la más cara del mundo”.
Fue una tarde de toros en Las Ventas, a los que siempre ha sido gran aficionada; Cayetana pone sus ojos en un apuesto joven, hijo de los Duques de Sotomayor. Ni un año esperó “La Duquesita” para caminar hasta el altar y convertirse en la mujer de Martínez de Irujo. De su matrimonio nacieron seis hijos: Carlos, Alfonso, Jacobo, Fernando, Cayetano y María Eugenia. Media docena de retoños que con el paso de los años se convertirían en los titanes encargados de guardar la privacidad de su madre y de procurar que en su “alocada” vida no perdiera demasiado los papeles.
Pero cuando la b úsqueda de la felicidad parecía haber llegado a su fin, la sombra de las ausencias se extendía de nuevo por el Palacio de Liria. Don Luis fallecía en 1972 y dejaba viuda a ≈
la Duquesa después de 25 años de matrimonio. Cayetana se centra en sus hijos y en los actos públicos hasta que, de repente, como casi siempre en su vida, Cupido le entrega al que sería su verdadero amor: Jesús Aguirre.
Con la llegada de Aguirre, la familia Alba vuelve a saltar al escenario público. Las voces más críticas se alzaron en contra del matrimonio (1978) por la condición de ex sacerdote de la nueva pareja de la Duquesa. Sin embargo, Cayetana demostró de nuevo su fortaleza, valía y, por qué no, puso en práctica el “a quién le importa lo que yo haga”.
La tranquilidad que aporta Aguirre a la vida de la Duquesa de Alba permite a ésta volcarse en otro tipo de actividades propias de la alta sociedad. La ajetreada vida amorosa de sus hijos y el propio interés que la familia Alba generaba, convirtieron sus vidas en un circo mediático. Hasta su muerte, el 11 de mayo de 2001, ambos mantuvieron viva la intensidad de su historia.
Pese al claro deterioro de su salud, Cayetana ha insistido en seguir haciendo una vida normal, entre “saraos”, actos benéficos o corridas de toros. Ni siquiera cuando le hizo falta la silla de ruedas y la fragilidad hacía cada vez más mella en su salud, la Duquesa ha frenado sus ganas de vivir. ¿Por qué no casarse con Alfonso Díez? Por enésima y última vez, Cayetana de Alba se pone al mundo por delante.
Alfonso, el definitivo
La Duquesa de Alba no tiene tiempo que perder y ha saltado todos los escollos, como buena amazona, para que Alfonso Díez Carabantes sea su tercer marido.
Para Alfonso el camino no ha sido de rosas; se le acusó de “cazafortunas”, y ha soportado todo tipo de ironías sobre su relación amorosa. Pero la renuncia a los bienes y derechos que le corresponderían como Duque de Alba ha dejado patente que es amor verdadero. Además, ha tenido paciencia infinita, esperando 30 años para conseguir a la mujer que le impactó, cuando estaba casada con Jesús de Aguirre.
El destino quiso que en 2008 coincidieran en la puerta de un cine. El encuentro con Alfonso, un antiguo conocido, soltero, cincuentón, de ojos azules, aire deportivo, indumentaria “casual”, buenos modales y ocurrencias siempre a tiempo, le hizo renacer la ilusión perdida.
Lo que empezó como simple compañía para ahuyentar soledades mutuas, se convirtió en una relación forjada a hierro y fuego que ha salido victoriosa de todos los contratiempos. Amor que fue sellado hace unos días con la bendición matrimonial de la nueva
pareja.
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