El príncipe Guillermo y Catalina se dieron ayer un baño de multitudes en una boda marcada por el patriotismo y emoción tras una ceremonia en la abadía de Westminster, que lució un decorado espectacular.
El imponente vuelo rasante de aviones de la Real Fuerza Aérea británica sobre el palacio de Buckingham fue el broche de oro del evento más esperado del año, en el que unas 2.000 millones de personas vieron la boda en el mundo.
En la boda hubo tradición y modernidad, estilos sobrios y toques caprichosos. El evento mostró las raíces de la moda británica, así como su apuesta por la vanguardia en la alta costura.
Las previsiones de lluvia no se cumplieron y desde primera hora de la mañana, británicos y turistas se apostaron en los alrededores de la abadía.
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