La cantante londinense Amy Winehouse, de 27 años, ha sido encontrada muerta ayer en su residencia de Londres. Winehouse, hija de un taxista y de una farmacéutica, apareció en escena el 2003, cuando siendo aún una adolescente publicó su primer disco Frank.
El álbum tuvo unas ventas más que apreciables y fue nominado al Mercury prize, un premio que se concede anualmente en el Reino Unido al mejor álbum británico del año y que al ser votado por un panel de expertos es un empujón para los debutantes.
Pero fue su segunda grabación, Back to black, el 2006, la que la disparó al estrellato. Gracias a un sonido, obra en gran parte del productor, Mark Ronson, que renovaba el soul de la Motown, fue el disco más vendido de aquel año. Además de colocar cinco millones de copias, obtuvo cinco grammys de seis candidaturas, entre ellas la de canción del año para su sencillo Rehab, y mejor grabación del año. Su imagen, con un pelo recogido en un gigantesco moño a lo años 70, numerosos tatuajes y un piercing sobre el labio superior, la convirtió también en un ícono.
Con toda la atención mediática centrada sobre ella y un carácter explosivo, era cuestión de tiempo que sus problemas con las drogas y el alcohol salieran a la luz. La cantante había empezado una gira en el mes de junio. El concierto que llevó a cabo en Belgrado el 18 de junio, en el que apenas pudo cantar y se tambaleó en el escenario, volvió a demostrar que tenía problemas.
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