Buscador

sábado, 6 de mayo de 2017

El descabellado plan de Marlene Dietrich para matar a Hitler


Diosa de la pantalla, diva, mujer de poder erótico, leyenda... Marlene Dietrich fue todo eso y mucho más en una larga y desigual carrera que comenzó a los 19 años y que se apagó definitivamente en 1976, cuando abandonó el cine salvo para aparecer brevemente en Just a gigolo (1978) junto a David Bowie.

Protagonizó más de medio centenar de películas y trabajó con los más grandes cineastas, entre ellos Hitchcock (Pánico en la escena), Billy Wilder (Berlín Occidente; Testigo de cargo), Lubitsch (Ángel), Fritz Lang (Encubridora), u Orson Welles, al que admiraba y con el que colaboró en la excepcional Sed de mal interpretando a una gitana adivina, uno de sus papeles preferidos.

La actriz y cantante alemana supo explotar como nadie su imagen y vender su propio encanto para lucir espléndida y encandilar a todo el mundo con sus ojos lánguidos, su voz ronca, sus mejillas hundidas y sus hermosas piernas. Se rodeaba de espejos para mirarse constantemente de forma obsesiva. Fue sofisticada y espontánea y se convirtió en la actriz mejor pagada del mundo.

Lució como nadie como femme fatal y su figura de vampiresa hipnotizó al público. Su pasaporte a la gloria arrancó en 1930 con la película El ángel azul, en la que encarnaba a Lola-Lola, una seductora cantante de cabaret que acaba arrastrando a la depravación a un honrado profesor.

"Yo soy la descarada Lola, la niña mimada, y tengo en casa una pianola. Yo soy la pícara Lola, los hombres me adoran, pero nadie toca mi pianola”, cantó en el mítico filme dirigido por su mentor y enamorado Josef von Sternberg, con el que trabajó en siete películas y el hombre que la convirtió en la mayor estrella de la Paramount.

Nacida el 27 de diciembre de 1901, María Magdalene Dietrich von Losch creció en Berlín en el seno de una familia de militares, así que se acostumbró rápido a la disciplina. A la edad de siete años, el patriarca de la familia murió y la madre tuvo que limpiar casas para mantener a sus dos hijas. "El respeto que yo sentía por mi madre no se extinguió con su muerte. Ella era un buen general”, explicó años después la propia Dietrich.

Marlene descubrió el sexo con su profesor de violín, instrumento que llegó a tocar muy bien en su juventud, pero una lesión de muñeca le hizo decantarse más tarde por el teatro. En ese Berlín de los años 20 repleto de cabarets, cafés de artistas y fiestas, inició su carrera como corista y ese ambiente liberal fue propicio para marcar su carácter desinhibido y su ambigüedad sexual. "En Berlín importa poco si se es hombre o mujer. Hacemos el amor con cualquiera que nos parezca atractivo”, dijo.

Se matriculó en la escuela teatral del prestigioso Max Reinhardt y pasó su adolescencia reinventando su historia. A los 23 años se casó con el ayudante de dirección Rudolph Sieber, con el que tuvo a su única hija, Maria. Jamás se divorciaron, pero Marlene no era mujer de un solo hombre o una sola mujer y coleccionó una lista interminable de amantes a lo largo de su vida, entre ellos John Wayne, Gary Cooper, Ernest Hemingway, la escritora Mercedes de Acosta (amante también de Greta Garbo), Edith Piaf, James Stewart o Douglas Fairbanks, Jr.

Precisamente, el hijo del mítico actor Douglas Fairbanks ejerció de confidente de algunos planes que intentó llevar a cabo la artista germana y que podrían haber cambiado el transcurso de la historia. Uno de ellos tenía que ver con la decisión del rey Eduardo VIII de abdicar por amor.

Preocupada por los planes del monarca, Dietrich urdió un encuentro con él "para demostrarle que su amada Wallis Simpson no era la única mujer de este mundo”, según manifestó el actor a la periodista Charlotte Chandler y que recoge el libro Marlene. El ejemplar incluye también una serie de entrevistas que Chandler realizó a la intérprete y a varios de sus conocidos a mediados de la década de los setenta y que no publicó hasta 2011.

Al parecer, Fairbanks aseguró que Marlene le dijo: "Haré que la olvide. Debo tomar un baño y el perfume adecuado”. Cuando él le manifestó sus reservas, Dietrich le respondió con un "Oh, cariño, no seas tan anticuado. Lo estamos haciendo por Inglaterra, que ambos amamos. Hay que hacer algunos sacrificios”. Al final, tardó tanto en acicalarse para la ocasión que cuando llegó a palacio, el rey estaba fuera, o eso le dijeron.

Este plan descabellado no fue el único que ideó a lo largo de su vida. Enemiga acérrima del nazismo, ayudó a algunos compatriotas judíos a salir de Alemania cuando ella ya estaba instalada en Estados Unidos. Hitler, que era un gran admirador de la diva, quería que regresara a toda costa a su país para trabajar como principal estrella del III Reich. Ella se negó.

"Cuando abandoné Alemania oí por la radio un discurso de Hitler y fui presa de un gran malestar. No, jamás podría volver a mi país mientras semejante hombre fanatice a las masas”, sentenció.
Su antipatía por los nazis era tan manifiesta que Joseph Goebbels orquestó una feroz campaña en la prensa contra la actriz. Incluso un diario denunció en mayo de 1933 su abandono a la patria en una dura crítica cargada de tintes xenófobos.

La alemana, que no renegaba de su origen, se nacionalizó estadounidense y trabajó para el ejército de su país de adopción, donde corrió graves riesgos para entretener a las tropas durante la Segunda Guerra Mundial. Sufrió bombardeos, casi muere de neumonía… Y cantó Lilí Marlen que, paradójicamente, se convirtió en un himno para los combatientes de ambos bandos.

Sin embargo, con una situación tan explosiva en Alemania, Dietrich no dudó en utilizar sus encantos para acabar con Hitler. La protagonista de Marruecos, que levantó ampollas entre la sociedad más conservadora vestida de hombre y besando a otra mujer en la ficción, tuvo la controvertida idea de volver a Alemania a rodar una película con la intención de matar al Führer en 1936.

Su regreso a Alemania le permitiría mantener un encuentro a solas con el dictador. "Le demostraré lo que siento por él, haciéndole creer que estoy enamorada de él”, le dijo a Fairbanks. Con la seguridad que le daba saber que Hitler la admiraba, la actriz confiaba que no sería difícil mantener una reunión íntima.

Al darse cuenta de que sería cacheada antes del encuentro, Marlene estaba preparada para entrar en la habitación de Hitler desnuda si era necesario para no levantar suspicacias, pero el único detalle que no podía resolver era cómo llevar un arma encima para ejecutar el asesinato.

¿De qué manera lo mataría, pues?
De acuerdo con las declaraciones de Fairbanks, la estrella consideró una horquilla para el pelo envenenada, pero el actor rehusó ayudarla. "Por suerte, no pudo llevar a cabo el plan porque no supo cómo completar la estrategia”, escribe Chandler en boca de Fairbanks, que no dudó de que la actriz "se habría jugado la vida si hubiera sabido que tenía alguna opción de éxito”.

Si bien, al final no pudo acabar con Hitler, lo que está claro es que Dietrich fue una de las estrellas de Hollywood más comprometidas en la lucha contra el nazismo. Hasta la caída del muro de Berlín no volvió a sentirse berlinesa, admitió. Su repulsión hacia el nacionalsocialismo llegó a tal extremo que incluso llegó a decir que era hija única cuando se enteró de que su hermana mayor, Elisabeth, había tenido tratos con militares y funcionarios del régimen nazi.

En relación a este asunto, Dietrich nos regaló una de sus mejores actuaciones en Vencedores o vencidos (1961), el magnífico film de Stanley Kramer sobre el juicio de Nuremberg, donde se describía con detalle el horror del Holocausto. Durante la década de los sesenta, se fue alejando de la industria cinematográfica para dedicar más tiempo a su verdadera pasión, la música. Cantaba en directo en escenarios de todo el mundo y la gente la adoraba.

En 1975 se rompió una pierna mientras actuaba en Sidney, un episodio que la llevó a recluirse en su piso de la avenida Montaigne de París hasta su muerte el 6 de mayo de 1992, a los 90 años. Durante sus últimos años de vida evitaba el contacto exterior y solo permitía la visita de unos pocos familiares, entre ellos su adorado nieto John-David Riva, que afirmó que su abuela "tenía el cerebro de acero y la voluntad de hierro hasta que murió”. Una frase muy descriptiva de la arrolladora personalidad de este mito irrepetible de la historia del cine.


No hay comentarios:

Publicar un comentario